La belleza femenina y el impresionismo en las acuarelas de Edna Stradioto
Jueves, 4 de octubre de 2018 15:47
Si el impresionismo se enfocaba en estudiar el efecto de la luz en el paisaje, las acuarelas de Edna Stradioto son retratos del efecto de la curiosidad para encontrar la belleza en el mundo que nos rodea.
En la obra de Edna Carla Stradioto el eje temático principal es el estilo figurativo. Edna afirma que por más que se desafía a crear paisajes fantásticos, se da cuenta de que no puede abandonar la representación plástica que define los límites de lo figurativo, estética con la cual se enfoca especialmente los retratos, pero recientemente manifiesta una influencia por el encanto de los paisajes, prados y pastizales.
“Me doy cuenta de que cada vez es mayor la influencia del pasto en mis escenarios. Mis pinceladas están incorporando el movimiento del pasto, las direcciones del viento en las plantas, y toda la fluidez etérea del aire que puede ser capturada por el pincel para la creación de las imágenes que intento retratar cada vez más”.
Evita ser realista y representa al mundo con la sensibilidad y la belleza que encuentra en su relación con lo que observa. Sus retratos buscan demostrar la individualidad y la “luz” que encuentra en la personalidad de quienes la rodean. Así, sus personajes no son las personas tal como ellas son, sino una interpretación de lo que Edna siente por ellas para homenajearlas con sus acuarelas.
“Muchos de mis paisajes esconden pequeñas personas, sus siluetas y sus figuras porque me gusta pensar que en cada lugar hay una persona para apreciar conmigo ese ambiente. No siempre son perceptibles, a menudo prefiero ocultarlas porque trato de dirigir la mirada del espectador para recorrer los prados y el movimiento que creo producir con mis pinceladas”.
“Pinto básicamente a las mujeres. El mundo ya ha sido protagonizado lo suficiente por hombres, ¿verdad?”
Edna bromea al respecto, pero admite que más allá de eso, el protagonismo femenino en su obra se debe a que es mujer y por lo tanto entiende y posee la mirada femenina, y su voz narrativa en sus imágenes tiene mucho de su personalidad, aunque no sean autorretratos. Y ello también se refleja en los temas que la apasionan, mismos que son resultado de encuentros fortuitos y mucha investigación.
Durante unas vacaciones con su familia al sur de Brasil le impresionaron los campos que rodean la carretera entre São Paulo y Paraná. Sobre todo, llamaron su atención unos tallos finos. de unos 2 metros de altura, con puntas color rosa claro, bailando al viento. Ese simple gesto transformaría su forma de relacionarse con el paisaje, pues de repente necesitaba detenerse y tocar esas texturas,, descubrir si tenía olor, sentirlas con su tacto y su mirada. Entró en el medio del bosque para encontrarse con la planta que describe como increíble, hermosa, perfecta, aunque no tenía idea de lo que era. Ese momento, ella rodeada por la naturaleza, sintiéndola por cada poro de su piel despertó sus pasiones intensa y devastadoramente.
“Tacto suave, vástagos delicados llenos de pequeñas semillas, miles en cada tufo, formando en conjunto espiguillas rosadas que iban desde el claro al rosado oscuro, y que, en movimiento parecen flotar. Tomé dos flores para mí, parecían incluso una nueva forma de plumero, de un rosa brutalmente envejecido en la base, y que iba gradualmente aclarando en las puntas”.
La curiosidad y sensibilidad de Edna tenía que saber lo que era aquello. Tomó foto y videos, y se los envió a una amiga suya que se dedica a la agronomía para que le contara qué planta era aquella. Ella respondió a la hora: Cortaderia Selloana, mejor conocida como hierba de las Pampas.
Cuando volvió a casa, no hubo nada que la hiciera volver a los retratos. Realizó entonces una serie de estudios con la planta. Intentó todas las técnicas que conocía en acuarela para retratar de la manera más etérea el pasto. Entre esos estudios, creó una primera serie de acuarelas que estaban compuestas por paisajes y una segunda serie que retrataba en fondo blanco, las varillas en su individualidad. No satisfecha, empezó una tercera serie, que llamó Hairy Flower Spikelets en referencia a esas peludas espigas que de pronto se extendían por todos los espacios del papel.
En cerca de tres meses pintó aproximadamente 100 acuarelas sólo con el tema de la hierba de las Pampas. Y después empezó a reparar en todos los tipos todos de pasto: cómo son hermosos, cómo el movimiento del viento hace que el mismo paisaje se altere, y cobre vida, y sea capaz incluso de cambiar la intensidad de luz y colores del medio. Entonces, Edna retrató varios paisajes con capilares variados. Poco a poco su pintura fue ganando montañas, caminos, colores, luces, y aspectos diferentes. Cuando se dio cuenta, ya había cambiado sus pinceladas para tratar de seguir el movimiento que quería registrar. Así fue como empezó a crear los paisajes de pasto, y así empezó a transponer esas pinceladas a los retratos.
“Es un momento de revelación para mí. Yo veo mucho del impresionismo en mi trabajo actual, y no me molestan las comparaciones. Por el contrario, me envanece”.
“El arte es el encuentro, el diálogo, la travesía”.
Además de ese paseo por los prados y su encuentro con la hierba que enamoró a su pincel, en su carrera artística el instante decisivo fue en un viaje a París, a los 17 años, y en particular, una visita a Giverny que despertó en ella una pasión por el impresionismo. Claude Monet se convirtió en la mayor influencia en su vida, y cuando volvió de Francia a Brasil, empezó a tomar clases de pintura, especializándose en la acuarela.
“Para mí la acuarela tiene toda la versatilidad y flexibilidad posible. Es una técnica contemporánea, pero clásica; limpia, pero que posibilita las capas de tinta y la degradación de tonos; delicada, pero intensa; precisa, pero translúcida. En fin, todas las cualidades que podría existir para desafiar a un artista, existen en la acuarela”.
Y cuando volvió a pintar -muchos años después de haber abandonado totalmente los pinceles y gracias a su encuentro en carretera- fue una artista en particular la que la influenció y la motivó: la italiana Agnes Cecile; a quien conoció en un taller. Lo que más le impresiona de ella es la capacidad de reinvención en el estilo de retratos, en pinturas transparentes y suaves que Edna, como Cecile, ha matizado. También ama la fotografía, especialmente el trabajo de Sebastião Salgado, un brasileño que registra el mundo con una mirada única, transformadora, arrebatadora y crítica, misma perspectiva que Edna replica.
Hay una canción de Raul Seixas, brasileña, que dice “yo prefiero ser esa metamorfosis ambulante que tener esa vieja opinión formada sobre todo”. Para Edna Stradioto esa frase es casi como un mantra, pues para ella es muy importante sentir que está en continua evolución, que se está reinventando al salir de su zona de confort y habitar fuera del cuadrado, en contacto consigo misma, pero también con apertura hacia las cosas nuevas que aún la sorprenden.
Y, por encima de todo, se permite tener sus propias opiniones, reconoce que su autonomía, su independencia y su conciencia deben estar en consonancia con sus ideologías, incluso con las imperfecciones y las fallas que pueda tener. Para ella evolucionar no es ser mejor que los demás, es cuando consigue ser mejor que ella misma, un poco a la vez, sin compararse porque ser mejor no es sobre ser perfecta, sino sobre ser una persona en sintonía consigo misma, encontrar más paz dentro y fuera de su mente, y percibir que, aun en un mundo tan lleno de incongruencias, encuentra cada día un motivo para seguir con dignidad.
Las acuarelas de Edna Stradioto contagian el deseo de detenerse en los caminos cotidianos y admirar la belleza de la naturaleza, aquellas guerreras flores que se mantienen firmes aun entre el concreto, o alzar la mirada hacia la copa de los árboles y jugar con sus sombras y reflejos. Su obra tiene el poder de capturar momentos fugaces y convertirlos en sensaciones infinitas.
Conoce más de su obra en su cuenta de Instagram @estradioto
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